Mi intención no es dar consejos a nadie, lo único que pretendo con esta
entrada es contar lo que he vivido y he aprendido durante estos años.
Cuando viajaba aprendí
que muchos viven con lo que a otros les sobra. Y no es gente pobre, ni gente sin recursos o gente que se muere de
hambre, NO. Son personas como tú y como yo que han dejado sus países de
procedencia: a veces en busca de trabajo, a veces en busca de aventuras o a
veces simplemente corren detrás de un sueño. Son personas concienciadas,
personas que respetan el mundo que las rodea, personas que quieren salvar lo
poco que queda de natural entre tanto cemento. Personas que no necesitan llenar
sus vidas con montones de cosas y que eligen utilizar lo que otros
no quieren o lo que los supermercados desechan.
En mis idas y venidas
he conocido muchos tipos de personas y he aprendido a no perder el tiempo con
gente que no me hace sentir lo que quiero sentir. Aprendí a escuchar a mi
cuerpo y a disfrutar del tiempo que estoy conmigo, aprendí a creer en mí y a
defender mis ideas, a creer en ellas hasta el punto de querer compartirlas con
otras personas.
Aprendí a no
malgastar. No solo a no malgastar el dinero o el tiempo, sino a no malgastar
los recursos que el planeta nos da y que despreciamos, utilizamos y tiramos. Y
esto se volvió uno de los pilares de mi vida.
Aprendí que compartir
una casa es algo más que utilizar las mismas estancias, es tener una familia
temporal con la que no compartes la misma sangre (por suerte yo he tenido
muchas de estas familias temporales, algunas de estas personas aun siguen en mi
vida, otras simplemente pasaron a enseñarme algo y se marcharon después, desde
Tamara a Patricia pasando por Ana, Tatiana (y toda su familia) Kelly, Vane y
Lola).

Cuando viajas te pasan
cosas que te hacen crecer y creer. Recuerdo una cena de nochebuena rodeada de
personas a las que no conocía, en casa de alguien que no conocía pero en la que
me sentía feliz. Todos éramos extranjeros en aquel pueblo y alguien abrió las
puertas de su casa. Dijo - traer lo que queráis - y así hicimos, creo que fue
una noche que me marco, compartimos comida y compartimos culturas, pensé que
pasaría la nochebuena sola, y de repente estaba rodeada de gente con ganas de
conocerme.
Cuando viajaba aprendí
que no hace falta tener tanto miedo que generalmente las cosas saldrán bien si
pones todas tus ganas en ello. Que la gente que conocerás serán buenas o
intentaran serlo, que los lugares que visitaras serán tranquilos y preciosos y
que es posible que la suerte se ponga de tu parte más veces de las que piensas.
Cuando viajaba:
·
Le puse una nariz de payaso a un japonés
en la isla de Los Huros en Perú
·
Tome maté en casa de un argentino en
Francia
·
Comí pato a la Pekín con mi compañera de
viajes en el mismo Pekín y lo vomite después y ella también.
·
Me fume un porro con mi madre en
Amsterdam.
·
Escalé en hielo con un gran amigo, no
muy lejos del Mont Blanc.
·
Pesqué pirañas con un nativo en la Selva
de Iquitos.
·
Cambié consejos por botellitas de Whisky
en Marruecos (todas para el primo del comerciante).
·
Comí la peor pizza del mundo en Roma.
·
Vi a la gente jugarse millones de euros
en el casino de Estoril.
·
Abandone el Camino de Santiago porque
debo ser la única persona a la que no le gustó y ahora trabajo en él.
·
Y las compañeras de aventuras que tuve
en León eran de Salamanca.
Nunca sabes que te va
a deparar la vida pero es importante "VIVIRLA". Nada de todas estas cosas me
habrían pasado si no hubiera dejado mi carrera primero para retomarla a los 5
años o mi trabajo fijo de azafata en RENFE después para retomar la carrera de
bióloga.
Hay mucha gente que no lo puede
entender, ellos me califican de inconformista o de no saber lo que quiero, en
realidad yo tengo super claro lo que quiero, YO LO QUIERO TODO Y ES POR ESO QUE
ME VOY A BUSCARLO, siguiendo sin lugar a dudas mi propio Viaje Hacia Lo
Natural.
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